Responsabilidad.
Ese es el problema.
La policía es, en esencia, empleados del gobierno a quienes se les paga por hacer bien su trabajo.
Si la policía no hace su trabajo o está involucrado en actos de brutalidad excesiva, el gobierno retiene el control sobre ellos y puede disciplinarlos.
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¿Pero vigilantes? Son voluntarios que, en el pasado, han mostrado una tendencia a cometer violencia excesiva sin tener en cuenta el concepto de justicia y equidad. Y como no están en la nómina de nadie, no se pueden controlar. Tampoco se puede esperar que se adhieran a los estándares de las investigaciones o al debido proceso.
Una policía que arresta a alguien acusado de pedofilia tendría que respetar el derecho del acusado a permanecer en silencio y su derecho a ser considerado inocente hasta que se pruebe su culpabilidad.
Un vigilante lo golpearía, impulsado por una sensación de indignación moral e indignación de justicia propia. Y no es así como se supone que funciona un buen sistema de justicia.