Estados Unidos gasta una cantidad increíble de esfuerzo para garantizar que incluso un “primer ataque” sorpresa se encuentre con un contraataque igualmente letal.
– Cualquier lanzamiento en cualquier parte del planeta se puede detectar en tiempo real debido a una constelación de satélites que siempre monitorean los eventos de firma.
– Las ubicaciones de los misiles se mantienen en secreto y muchos lanzadores son móviles, siempre cambian la ubicación desde la cual contraatacarían, por lo que es improbable que un primer ataque no pueda evitar una respuesta.
– Del mismo modo, los lanzadores están endurecidos para resistir un golpe y seguir siendo operables.
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– Los submarinos y aviones balísticos se despliegan las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año, operando en lugares desconocidos y listos para atacar, lo que nuevamente hace imposible suponer que un ataque sorpresa puede negar un contador que destruirá por completo una nación atacante.
– Existen sistemas para garantizar que se produzca un contraataque sin importar si el comando y el control central se eliminan de repente.
Las estrategias simplistas como “matar al presidente y luego lanzar un primer ataque porque están confundidos / no podrán responder” tienen cero posibilidades de funcionar, se han abordado todos los escenarios posibles que podrían pensarse en 50 años de planificación.
Etc.
Literalmente no se repara ningún gasto en este asunto.
Lo que puedas pensar ya está en su lugar.
Si una nación ataca a los Estados Unidos con armas nucleares, será destruida por completo e inequívocamente … en cuestión de horas o menos.
En la mayoría de los escenarios, el contraataque se lanzaría antes de que la primera arma incluso golpee.
(Originalmente, un comentario que respondía a una consulta sobre la viabilidad de un primer golpe sorpresa).
Con respecto a la cuestión de permitir a los bombarderos rusos en el espacio aéreo de los EE. UU., Sería objetable por las mismas razones que permitir que los misiles en Cuba fueran inaceptables para Kennedy: los ataques de corto alcance eliminan la ventana para la detección y permiten mucho más daño antes del contraataque.
La verdadera preocupación no es que se pueda evitar un contraataque, esos submarinos todavía están ahí afuera, sino que un enemigo potencial podría engañarse a sí mismo al pensar eso. Esto amenazaría la protección real: miedo a las consecuencias.